URUGUAY – Itinerario carismático
El frío de la mañana del sábado 5 de abril terminaba de despertarnos en el Santuario, cuando partimos rumbo al Cottolengo Femenino en Montevideo. La señal de la cruz y el Ave María en nuestros labios, fue el inicio de un viaje de descubrimiento para quienes hacíamos el itinerario. Y para ser sincero, en mí la expectativa no era desmedida, sabedor de los pasos de nuestro Santo por Uruguay. Sin embargo, el Señor siempre sorprende y hace nuevas todas las cosas.
Partimos en el microbús, y a poco de comenzado el recorrido tropezamos con un primer obstáculo: la iglesia que visitábamos estaba cerrada. El desánimo quiso acompañarnos, pero no logró anidar en nosotros. Continuamos en camino para llegar a una iglesia donde, a pesar de estar abierta, no nos esperaban, o al menos, no habían sido informados de nuestra visita quienes estaban trabajando en alguna reparación, taladro en mano. La intervención de quienes nos guiaban, nos abrió la puerta para poder recorrer el templo casi sin limitaciones. Cuando estábamos saliendo, un dolor al corazón me invadió: dos personas que no venían con nosotros, al ver la iglesia abierta con gente saliendo, se animaron a entrar, y para mi sorpresa, fueron conminados a salir aclarándoles que la iglesia estaba cerrada.
En la Parroquia de la Guardia, allí sí nos esperaban. Nos recibió el Padre Julio y un grupo de laicos orionitas con mucho entusiasmo. Al mediodía almorzamos en el Cottolengo Femenino junto a la Hermana Marcela, para partir luego rumbo a La Floresta, donde también nos esperaban. También el Señor nos esperaba, al hacerse uno con nosotros en la Eucaristía celebrada en la capillita del Santuario. Terminamos la jornada con la merienda ofrecida por el Padre José en el Cottolengo de La Floresta, para finalmente retornar a nuestras casas.
No fue hasta el día siguiente, que empecé a ver con claridad, lo que el Señor nos quería mostrar. Y empecé a ver que Don Orione no estaba en los lugares transitados, sino en la gente… en mis hermanos. Don Orione estaba en el Padre José, cuando nos llevó muy temprano desde La Floresta hasta Montevideo. Estaba en los detalles y el cariño del Padre Julio, en el entusiasmo y trabajo de Mariano, en el fuego y esfuerzo de Ángela, y en la inmensa humildad de Manuel. Estaba en los brazos abiertos de la Hermana Marcela, y en el abrazo de tres adolescentes residentes del Cottolengo Femenino que rodeaban a mi hija y no la soltaban. Estaba en la sonrisa cómplice que en ese abrazo me regaló mi hija. Estaba en Ana y Gloria, que a pesar de los tantos recorridos se notaban entusiasmadas. Estaba en Padre Raúl y su cercanía, y en el Padre Carlos que nos acompañaba. Estaba en Blanca, siempre maestra y clara; también estaba Don Orione en Ernesto, que carpiendo el pasto que lo cubría, trajo a la luz el pequeño pedazo de suelo que nuestro Santo pisara. Estaba en Bolívar personificando con alegre seriedad al Dr. Perea. Estaba en quienes con alegría emprendimos este viaje en el tiempo. Estaba conmigo y también ahora está en mí que escribo estas palabras. Lo vi tan claro que al percibirlo se me escapó alguna lágrima. Será que Espíritu Santo me acompaña y me hace ver estas cosas, será que la espera está siendo demasiado larga y desvarío, será que la soledad me pesa o a lo mejor será que me estoy haciendo viejo y sensible… no lo sé.
Y para terminar quisiera solamente dejar una palabra pequeña y fuerte, para esta hermosa familia…
¡Gracias!
¡Ave María y adelante!
MLO Uruguay