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URUGUAY – Participación en el retiro espiritual en Villa Allende Córdoba – Argentina

Cansados del largo viaje, pero con alegría y expectativa plena, llegamos desde Uruguay en la madrugada del pasado viernes 20, al Convento de San Alfonso, en Villa Allende – Córdoba (Argentina), para iniciar apenas unas horas después un retiro espiritual convocado por la familia orionita. El escenario natural en donde fuimos recibidos, era un cuadro hermoso pintado por Dios. Trabajamos durante los tres días del retiro sobre el encontrarnos con Jesús a través de los sentidos: mirar en vez de ver, escuchar en vez de oír, el saborear que permite conocer (saber), el tocar que nos acerca al otro, y el olfatear, símbolo de intuición. También trabajamos ayudados por una carta de Don Orione sobre el silencio y la contemplación de Dios. Por último, profundizamos en la Lectura Orante con un sencillo método de cuatro pasos: lectura – meditación – oración – contemplación. Como fruto del retiro nos comprometimos a trabajar para poder realizar también un retiro espiritual con pinceladas de servicio en Uruguay.

Durante los días del retiro fui juntando las piedritas que iban cayendo del Cielo. Y aunque algunas me pegaban, me interpelaban y dolían, las junté y me las guardé, y espero poder utilizarlas algún día para ser cimiento de una casa sólida. Estas son algunas de las que junté:

En algún lugar perdido de la Amazonia, llegaba muy de vez en cuando un sacerdote para celebrar la Misa. Como la espera se iba haciendo demasiado larga, a alguien (piadoso o hereje, no lo sé, solo Dios lo sabe), se lo ocurrió hacer un círculo de papel blanco y ponerlo en la Custodia. Y ahí pasaban los fieles sus ratos adorando a un “dios de papel”, a un “becerro de oro”, a un dios “hecho a su propia medida”.

Me guardo también la historia de “Ñata”, una mujer simple, que no sabía leer, pero que sabía de las profundidades de Dios. Ella quiso participar de un grupo de Lectura Orante de la Biblia, y una monjita buena que la conocía se ofreció a ayudarla con la lectura. Pero de la boca de esa mujer humilde salió una sentencia que decía todo: “No precisa hermana; a mí me basta con tener la Biblia”. Ese sólo Dios basta dicho por esa mujer inculta es otra de las piedritas que me llevo.

También me queda resonando y me las guardo, las palabras de una hermanita laica paraguaya, que contemplaba a Dios no en el silencio, sino en el movimiento del servicio.

Por último, pude ver a nuestro Maestro Divino enseñando nuevamente lo que ya nos había mostrado. La gente se iba acercando temprano a los principales asientos esperando el inicio de la Misa. Cuando todos los asientos fueron ocupados y aún seguían llegando más gentes a la Misa, una monjita se acercó y les pidió que se trasladaran a los asientos laterales para dejar libre esos asientos a quienes iban llegando. Probablemente alguno de “los desalojados” pudo sentirse herido en su orgullo, acreedor de una injusticia y merecedor de los primeros lugares. Y en eso, me viene a la memoria del corazón, la imagen de nuestro Señor en la cruz, que nos salva no por merecimiento, sino gratuitamente por Amor.

Pasados los días y vueltos ya a Uruguay y a la rutina del día a día, cierro los ojos, y me parece ver muy temprano a la mañana frente al Sagrario, cuando todos duermen todavía, al Padre Gabriel tomando mate con Jesús.

¡Ave María y adelante!

MLO Uruguay