Un dia en Cercedilla (Madrid)
Experiencia concreta de voluntariado
No es fácil madrugar en verano, y menos cuando sabes que en pocas semanas tendrás que seguir haciéndolo para ir de nuevo a la universidad. Pero madrugar en Cercedilla es distinto, sabes que va a ser un día muy especial con los chicos y los voluntarios y eso hace que te levantes de la cama con una sonrisa y las pilas bien cargadas. Es complicado sacar un hueco para pararte a pensar y orar, pero no tienes esa necesidad ya que te encuentras en paz contigo mismo.
Sabes que no tendrás mucho tiempo para arreglarte, para ducharte o para mirar el móvil, pero en cambio te das cuenta que es de las épocas del año donde te encuentras más lleno de amor y donde no necesitas más que seguir el ritmo.La oración de la mañana antes de despertar a los chavales te marca la guía del día y la tendrás presente colgada en el corcho, al lado del horario y de los turnos que te indicaran en que tareas tendrás que participar durante el día. Siempre habrá algunas que prefieras más o menos, pero durante todo el día tienes presente que la tarea que hagas, de una manera u otra, hará felices a los chicos o al grupo.
Cuando miras el reloj ya son las 11, hora en la que los voluntarios tomamos un almuerzo muy cargado para coger energía el resto del día, algunos incluso llegan a asegurar que es la comida más importante del día aquí en Cercedilla. Antes de las 11, en resumidas cuentas entre todos nos hemos preparado: chicos, casa y voluntarios para un día que no te dejará indiferente.
A las 12 damos el esperado paseo por los alrededores de Cercedilla o hacemos cualquier taller apto para los chicos, como por ejemplo convertirse en chef por una mañana y cocinar una exquisita tarta de chocolate y galletas para comerla de postre. Las mañanas en Cercedilla se aprovechan hasta dejarte agotado y esperar la siesta. Es el momento donde los chicos tienen más energía y donde esperan hacer algo para estar contigo. Los jóvenes muchos días somos los encargados de ir con ellos a pasear o preparar un taller. Todo queda preparado la noche anterior entre risas con chuches y chocolate.
La comida llega siempre puntual a las 13:30 para darle un respiro al estómago insaciable de los chicos. Hay que respetar sus tiempos y nunca ser impaciente para terminar, deben de disfrutar la comida, y lo hacen con placer después de bendecir.
La siesta no transcurre con mucha tranquilidad, estos chicos tienen pilas “duracell” y no paran ni un segundo, por eso si tu nombre aparece en la tarea del día será un momento complicado y difícil, pero siempre tendrás a algún acompañante del grupo e inventareis alguna historia o juego de estar en silencio para que su cabeza pueda parar unos instantes con el ajetreo del día.
La piscina o visitas a embalses o lagos traen mucha diversión a la tarde. Tanto a nosotros como a los chicos nos gusta pasar la tarde juntos, riéndonos y cantando canciones. Es esencial y gratificante que te des cuenta durante el día, de cómo actividades sencillas pueden llenar tanto a los chicos como a ti. Está claro que sin ellos no te llenarían tanto. Todos coincidimos en que es pasar una tarde de viernes o sábado con amigos, pero con risas y planes diferentes.
Los bostezos y las caras de cansancio durante la cena y el acostado, demuestran el día tan agitado y enérgico que hemos pasado todos. Que te pidan un beso de buenas noches con una sonrisa no tiene precio, te das cuenta de que vale la pena y eres importante para ellos.
La noche es el momento para compartir, tus experiencias, tus penas, tus alegrías del día con todo el grupo. Jóvenes y adultos nos enfrascamos en conversaciones hasta que alguien te recuerda que irte a la cama es una buena opción para darle lo mejor a los chicos al día siguiente. La noche de Cercedilla es mágica, todos somos iguales ante la mirada de Dios que nos sigue gritando que toda persona es inmensamente sagrada y merece nuestro cariño y entrega.
Anabel
- Cercedilla- restaurante